Phoenix aterrizó en Marte el pasado lunes 26 de mayo. Los científicos quieren investigar el terreno y estudiar muestras de agua y suelo para determinar si existen condiciones aptas para la vida. El hombre sigue ensanchando el afán de descubrir e investigar y en este sentido el espacio (antes fueron los mares) le ofrece el marco adecuado para ello. No se sabe cuándo, pero en una proyección futurista se da por hecho que la humanidad encontrará otros planetas para vivir en el Universo. De momento queremos saber si hay vida en los planetas a los que ahora tenemos acceso con la tecnología actual.
El descubrimiento realizado por el Odyssey en 2002, y que reveló la existencia de superficies de agua congelada en el planeta, animó a los científicos de la agencia espacial a emprender la misión Phoenix.
Phoenix, está desde el lunes plantado en el suelo de Marte, cerca del Polo Norte, y funcionando perfectamente, tras solucionarse pequeñas dificultades con su brazo articulado.
Es la primera vez que se logra semejante hazaña, la operación de descenso controlado por la atmósfera de otro planeta era extremadamente arriesgada. Un par de horas después, la Phoenix transmitió las primeras fotografías de su entorno: un páramo desolado rojizo, sin grandes rocas. Pasarán a la historia de la exploración espacial como las primeras imágenes captadas en la superficie de una región polar marciana.
Tras diez meses de viaje, la sonda llegó al lugar elegido (el bautizado Valle Verde) a las 1.38 (hora peninsular), pero la señal que envió, viajando a la velocidad de la luz desde Marte a la Tierra, tardó 15 minutos y 20 segundos en recorrer 276 millones de kilómetros, así que no fue hasta la 1.53 de la madrugada cuando se pudo saber en el centro de control de Pasadena (California) que el robot había sobrevivido al descenso.
Es la primera vez en 32 años, y sólo la tercera en la historia, que se ha logrado hacer un descenso suave en el suelo de Marte. En cuanto a las llegadas más recientes de sondas espaciales a Marte, se han hecho con airbag , botando incontroladamente por el suelo hasta detenerse. Sólo cinco de los 11 intentos previos de descender en el planeta rojo han tenido éxito.
La Phoenix , con un coste de 300 millones de euros, está diseñada para estudiar el ciclo de deshielo en la región polar marciana, la hidrogeología, y para intentar averiguar si pudo haber allí en el pasado condiciones aptas para la vida, pero no lleva instrumentos capaces de detectar organismos vivos.
El campo de descenso definido era una elipse de 100 por 20 kilómetros, y la sonda, de 600 kilos y 5,5 metros de diámetro desplegada, cayó justo en el borde, algo desviada, tal vez porque el paracaídas pudo abrirse un poco tarde.
En las últimas horas del domingo, la Phoenix se había acelerado, debido a la atracción gravitatoria de Marte, y cuando entró en la atmósfera del planeta rojo, a unos 128 kilómetros de altura sobre el suelo, iba a una velocidad de 20.000 kilómetros por hora. En sólo siete minutos, que los expertos de la NASA definían como 'de terror', se abrió el paracaídas, se desprendió del escudo térmico, se desplegaron las tres patas y, al final, se encendieron los pequeños retrocohetes que permitieron la caída suave y controlada de la sonda. La Phoenix había recibido todas las instrucciones desde JPL con horas de antelación, y en esos siete minutos cumplió la secuencia de órdenes programada. Durante esa caída vertiginosa y delicada a la vez, nadie podía corregir ni cambiar nada. En 1999, la NASA perdió la sonda Mars Polar Lander al llegar a Marte; era precursora y parecida a la Phoenix , que de hecho ha heredado diseños y equipos de ella.
El lunes, tres minutos antes de la señal del contato de la nave con el suelo, la sala de control recibió la señal de que el paracaídas, imprescindible para frenar, se había desplegado y se escaparon los primeros tímidos aplausos en JPL. Pero la apoteosis fue cuando llegó la comunicación que marcaba el final de los siete minutos de terror e indicaba que la operación había sido un éxito. Un minuto después, la Phoenix se quedó muda, tal y como estaba previsto, para ahorrar energía de sus exhaustas baterías y aprovechar la restante para desplegar la antena principal de comunicaciones, la cámara y la estación meteorológica. Reanudó la comunicación dos horas después y envió las primeras fotos.
La tarea de la Phoenix es 'oler y probar', como dice la NASA, el terreno y el hielo de Marte en esa región polar. 'Vemos que no hay rocas, como esperábamos, pero no vemos hielo tampoco, aunque creemos que lo encontraremos bajo el suelo', explicó Peter Smith (Universidad de Arizona), investigador principal de la misión, ante las primeras imágenes. La sonda lleva un brazo articulado de 2,35 metros con el que excavará en el permafrost a su alrededor, hasta medio metro de profundidad, para tomar muestras que analizarán los equipos de Phoenix in situ.
El arreglo del brazo explorador nos permitirá ir conociendo datos sobre los que alimentar nuestra curiosidad infinita y afán de saber.
Enlace a Misión Phoenix Mars:
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